Por lo general, los estudiantes dan tres pasos hacia adelante y retroceden dos. El progreso académico no es lineal, los estudiantes “aprenden” y luego olvidan, y los cambios en el comportamiento de los estudiantes funcionan de la misma manera. Vemos lo difícil que es formar, cambiar y mantener hábitos en nuestras propias vidas: podemos correr, comer o dormir mejor por un tiempo, pero pronto los antiguos hábitos vuelven a aparecer. Esto también lo vemos en la vida de los estudiantes, pero a menudo tenemos la esperanza de lograr un cambio permanente a partir de una conversación rigurosa y al obtener una promesa de cambio.
Cómo ayudar a los estudiantes a mantener hábitos: fomentar la persistencia usando la psicología del comportamiento
Por lo general, los estudiantes dan tres pasos hacia adelante y retroceden dos. El progreso académico no es lineal, los estudiantes “aprenden” y luego olvidan, y los cambios en el comportamiento de los estudiantes funcionan de la misma manera. Vemos lo difícil que es formar, cambiar y mantener hábitos en nuestras propias vidas: podemos correr, comer o dormir mejor por un tiempo, pero pronto los antiguos hábitos vuelven a aparecer. Esto también lo vemos en la vida de los estudiantes, pero a menudo tenemos la esperanza de lograr un cambio permanente a partir de una conversación rigurosa y al obtener una promesa de cambio. Incluso cuando ayudamos a los estudiantes a comenzar un hábito nuevo, pocos lo dominarán de inmediato: una recaída es casi inevitable. Entonces, ¿qué hacemos?
La evidencia sugiere que la formación de hábitos es lenta y vacilante. Un estudio les pidió a los participantes que llevaran a cabo una conducta saludable y sencilla justo después de algo que solían hacer (por ejemplo, tomar un vaso de agua después del almuerzo). En promedio, tomó 66 días para que el hábito se volviera automático: el participante más rápido lo logró en 18 días y se esperaba que al más lento le tomara 254 (Lally et al., 2010). Si beber agua habitualmente toma tanto tiempo, los hábitos de esfuerzo y participación en el aprendizaje pueden tardar todavía más; pues son más complicados y enfrentan más barreras. Este estudio también encontró que un día perdido no perjudicaba la formación de hábitos: un paso hacia atrás no significaba que todo estaba perdido. Sin embargo, una investigación sobre la asistencia al gimnasio en estudiantes encontró que esta disminuía a medida que avanzaba el semestre, y se vino abajo al interrumpir la rutina durante las vacaciones de Acción de Gracias (Milkman, Minson y Volpp, 2014). Incluso las intervenciones de cambio de comportamiento efectivas muestran un “patrón de recaída triangular” (Wood y Neal, 2016): una mejora seguida por un retroceso. La figura, a continuación, muestra en varios estudios dicho patrón. La forma de los gráficos hace que el punto sea claro (incluso sin necesidad de leer el texto):
Figura 1. Patrón de recaída triangular en conductas de salud a lo largo del tiempo
En estos patrones de recaída triangular, un aumento inicial en conductas saludables durante la intervención es seguida por un declive posterior al término de la intervención. Los paneles A-D muestran cuatro ejemplos de intervenciones de cambio de comportamiento que siguen este patrón: (A) pérdida de peso, (B) visitas al gimnasio, (C) dejar de fumar, y (D) ejercicio. M=meses, AF= Actividad física moderada a vigorosa.
A. Intervención con incentivos financieros para la pérdida de peso
A: Promedio de libras perdidas luego de una intervención de 4 meses con incentivos financieros para la pérdida de peso y luego de 3 meses sin tratamiento (N=57). Los datos provienen de “Financial incentive – Based Approaches for Weight Loss: A Randomized Trial”, de K. G. Volpp, L. K. John, A. B. Troxel, L. Norton, J. Fassbender, & G. Loewenstein, 2008. Journal of te de American Medical Association, 300. P 22635. Copyright 2008 por la de American Medical Association.
B. Intervención por visitas pagadas al gimnasio
B: Promedio de visitas semanales al gimnasio antes de la intervención (semanas -16 a -2), durante 5 semanas pagadas de intervención por asistir al gimnasio y durante 15 semanas sin intervención (semanas 6-21, N=91). Los datos provienen de “Incentivos para el ejercicio” de G. Charness y U. Greezy, 2009. Econometrica, 77, p. 921. Figura 2b. Copyright 2009 by Wiley.
C. Intervención con información sobre el cigarro e incentivos financieros para dejar de fumar
C: Porcentaje de participantes que dejan de fumar (verificado bioquímicamente) a los 3 o 6 meses y a los 15 o 18 meses luego de una intervención consistente en programas de información sobre dejar de fumar y/o con incentivos financieros (N=878). Los datos provienen de “A randomized, Controlled Trial of Financial Incentives for Smoking Cessation”, de K. G. Volpp, A. B. Troxel, M. V Pauly, H. A. Gücck, A. Puig, D. A. Asch, … J. Audrain-McGovern, 2009. New England Journal of Medicine, 360, p. 703. Tabla 2. Copyright 2009 por la Massachusetts Medical Society.
D. Intervención computarizada para promover la actividad física
D: Promedio de minutos semanales de ejercicio moderado a vigoroso durante una intervención realizada a través de computador o en grupo control a los 6 meses y 12 meses de intervención y en los 6 meses posteriores (Ns=70 grupo control, 75 intervención computarizada en el punto de partida), N=61 intervenidos por computador a a los 18 meses). Los datos son de “Excercise Advice by Humans Versus Computers: Maintenance Effects at 18 months” by A. C. King, E. B Hekler, C. M. Castro, M. P. Buman, B. H. Marcus, R. H. Friedman & M. A. Napolitano. 2014. Health Psychology, 33, p. 195. Figura 1. Copyright 2014 por la American Psychological Association.
Wood y Neal, 2016. Traducción y adaptación de la figura realizada por Aptus
Viéndolo así, es esperable que nuestros estudiantes tengan dificultades para formar y mantener hábitos deseables. Ya no esperaremos un progreso académico lineal: aceptaremos y esperaremos el olvido, incluso después de una clase exitosa. Debemos esperar lo mismo de los hábitos: un estudiante puede trabajar más duro o comportarse mejor en una clase y luego tener un retroceso en la siguiente. El éxito aislado no significa que el hábito se haya instalado y el fracaso aislado no significa que haya desaparecido. En caso de que el hábito de un estudiante se debilite, podemos primero verificar que los elementos esenciales para la formación de hábitos (descritos en mi última publicación) estén presentes:
- Repetición del comportamiento.
- Gatilladores contextuales.
- Recompensas.
Pero, si estos elementos están en su lugar, ¿cómo podemos asegurarnos de que los estudiantes den al menos tres pasos hacia adelante y no más de dos hacia atrás?
Desarrollar los hábitos de manera gradual
El éxito es más probable si los estudiantes alcanzan metas pequeñas de manera constante, en lugar de apuntar a metas grandes y fracasar. Doug Lemov (2015) describe que hay que centrarse en éxitos pequeños para desarrollar la perseverancia en la escritura:
- “Empiece con algo pequeño y luego aumente. La primera vez comience con un minuto. Luego, un minuto y medio. Después, dos. Piense en el largo plazo. Lo más importante es que los estudiantes practiquen y se den cuenta que son capaces de escribir durante un período de tiempo determinado cuando se les pide, no solo porque al ver que lograron hacerlo se convencen de que son realmente capaces de ello, sino también porque adquirirán el hábito de escribir ininterrumpidamente durante el tiempo asignado cuando se les pida que lo hagan. La idea es que cuando usted diga “Comiencen”, los estudiantes escriban sin parar porque no pueden imaginar algo distinto (p. 358)”
Si los estudiantes tienen dificultades para adoptar un hábito, podemos dividir las tareas (post en inglés) aún más: una vez que los estudiantes tienen éxito de manera constante en un elemento, podemos construir a partir de este éxito.
Discutir el comportamiento de los estudiantes en relación con la formación de hábitos
Podemos comenzar explicando a los estudiantes cuán difícil es formar hábitos, incluso cuando tenemos las mejores intenciones. Esto debería preparar a los estudiantes para poner el esfuerzo necesario y mostrar que una caída no significa que no tendrán éxito, solo significa que formar hábitos es difícil:
- “Cuando llueve y hace frío, tengo dificultades para salir a correr; de la misma forma, es posible que tengas dificultades para mantener este nuevo hábito cuando la situación esté en tu contra”.
Esto podría aumentar la persistencia de los estudiantes, pues tendrán en consideración que existen barreras que superar. Más importante aún, nos ayuda a nosotros y a ellos a ver su comportamiento como un proceso de formación de hábitos, y no como un tajante éxito o fracaso. Esto puede ayudarnos a frenar nuestra frustración, mantener nuestras expectativas y recordarles a nuestros estudiantes lo que pueden llegar a hacer. Cuando les decimos a los estudiantes que existen varias barreras para formar hábitos, somos capaces de hablar con mayor honestidad y productividad sobre ellas cuando aparecen las dificultades, en lugar de tener una conversación improductiva como:
- “¿Por qué no lo hiciste?”.
- “Lo haré la próxima vez”.
Podemos preguntar a los estudiantes: “¿Qué barreras te impidieron actuar de acuerdo con tus buenas intenciones?” y escuchar sus respuestas genuinamente. Podemos discutir las barreras y distracciones que enfrentan los estudiantes y animarlos a “rediseñar su entorno” (Wood y Neal, 2016), considerando los gatilladores y el contexto para darles la mejor oportunidad de éxito, con la esperanza de escuchar oraciones como estas:
- “Me di cuenta de que el martes es un día ocupado para mí, mejor haré la tarea el lunes por la noche”.
- “Creo que mi asiento actual está demasiado cerca de Alex, ¿puedo cambiarme a otro?”.
Hablar del comportamiento como una formación de hábitos nos ayuda a enfocarnos en lo que provocó la caída y cómo pueden hacerlo mejor. En lugar de buscar a quién culpar y escuchar sus excusas, nos permite ayudarlos mejor.
Adelantarse a los momentos de debilidad
Si podemos predecir los momentos en los que los estudiantes tendrán dificultades, entonces podemos adelantarnos a ellos. Es más probable que los hábitos de los estudiantes decaigan en ciertos momentos, como en los descansos de la rutina típica (la cantidad de lectura o tareas disminuye durante la mitad del semestre) y en períodos de mayor presión (como los exámenes), en que los estudiantes sienten que las rutinas normales ya no aplican (aquí —en inglés— escribí sobre la identificación de momentos clave en las escuelas). En estos momentos, los gatilladores e incentivos que mantienen vivos los hábitos pueden estar ausentes: por ejemplo, que las tareas no estén siendo entregadas o revisadas con normalidad. Podemos preparar gatilladores para mantener a los estudiantes en el camino correcto (como los que se discuten aquí —en inglés—) o motivarlos haciendo énfasis en por qué la tarea es importante, o en la norma social que indica que es importante completarla. Otra forma sería trabajar con los estudiantes para adaptar el hábito a estos cambios:
- “¿Cuándo practicarás durante las vacaciones?”.
- “¿Qué necesitarás hacer de manera diferente durante el viaje?”.
- “¿Quién será tu aliado durante esta nueva forma de organizarte?
Ofrecer nuevos comienzos
Los descansos de la rutina cotidiana también son una buena instancia para volver a involucrar a los estudiantes con los hábitos. El comienzo de un semestre nuevo, o de un nuevo año, es una oportunidad para que los estudiantes olviden fracasos anteriores y para ayudarlos a rediseñar el hábito, construyéndolo con base en aquellos elementos que sí han funcionado y modificando aquellos que no. Si el compromiso o el esfuerzo ha decaído, podemos “reiniciar” el hábito con elementos similares, pero con una forma o nombre nuevo, regenerando el entusiasmo y recordando a los estudiantes el propósito del hábito (Milkman, Minson y Volpp, 2014). O podemos cambiar nuestras expectativas, señales o incentivos. Podríamos preguntar a los estudiantes:
- “¿Qué te ha funcionado bien antes?”.
- “¿Cuándo tuviste dificultades? ¿Cuál fue la causa?”.
- “¿Qué aspectos del contexto te gustaría cambiar?”.
- “¿Qué harás para que sea más probable que el hábito se mantenga en este semestre?”.
Josh Goodrich ha señalado que se pueden “reiniciar las cosas una y otra vez, sucesivamente”, agregando ímpetu y haciendo modificaciones hasta que el hábito se mantenga.
Reconocer el progreso
El éxito progresivo es un motivador poderoso. Inicialmente, nuestras metas influyen en nuestros hábitos, pero cuando formamos un hábito, nuestras metas se vuelven menos importantes (es un hábito, ya no tenemos que recordarnos a nosotros mismos por qué lo estamos haciendo). En última instancia, podemos inferir nuestras metas a partir de nuestros hábitos (Wood y Neal, 2007): por ejemplo, si tenemos el hábito de hacer ejercicio con regularidad y, por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que somos personas sanas. Podemos animar a los estudiantes a reflexionar sobre lo que el hábito nuevo dice sobre ellos:
- “Has practicado duro todo el año: ¿cómo te sientes? ¿Qué aprendizajes quieres poner en práctica el próximo año?”
Animar a los estudiantes a revisar sus éxitos y reflexionar sobre lo que los hábitos dicen sobre ellos puede ayudarlos a repensar quiénes son, concluyendo cosas como “Soy un gran trabajador”, “Soy matemático”, “Soy bueno para aprender”.
Conclusión
La evidencia científica, nuestra propia experiencia, y lo que vemos hacer a los estudiantes, en conjunto ilustran que los hábitos son difíciles de dominar: todos dan tres pasos hacia adelante y retroceden dos. Aceptar esto puede ayudar a limitar nuestra frustración cuando el comportamiento de los estudiantes decae, permitir conversaciones productivas sobre por qué sucede eso y ayudarnos a apoyarlos para que formen los hábitos a los que aspiran. Ya sea a través de:
- Desarrollar hábitos gradualmente.
- Discutir los hábitos explícitamente.
- Adelantarse a los momentos de debilidad.
- Ofrecer nuevos comienzos.
- Reconocer el progreso.
Podemos ayudar a los estudiantes a dominar los hábitos más importantes. Las posibilidades de que los estudiantes actúen de manera coherente según sus buenas intenciones son mayores si usamos y compartimos la psicología de la formación de hábitos.
Agradezco a Ben Piper por sus ideas sobre la identificación de posibles puntos de decaída y a Lucy Newman por compartir las ideas de sus colegas en Oasis South Bank sobre cuándo se dejan de lado los hábitos, basado en mi publicación anterior.
Este post es posible gracias a la generosidad de Harry Fletcher-Wood que nos ha permitido traducir sus interesantes publicaciones.
Para acceder a la publicación original en inglés haga clic aquí.