Esta es una publicación en que hemos unido tres escritos del blog del educador y difusor español Juan Fernández (www.investigaciondocente.com). El blog de Juan tiene por meta difundir prácticas de enseñanza y aprendizaje informadas por la evidencia científica, para apoyar el trabajo de docentes y líderes pedagógicos. Hemos realizado una alianza para sumar esfuerzos en esta importante tarea. En su blog, Juan también difunde entradas de Aptus con el mismo objetivo.
Esta entrada de nuestro blog une tres escritos de Juan, que tratan sobre un libro de Bill Rogers en torno al comportamiento en el aula: Classroom Behaviour. Es interesante porque además de reflexiones valiosas de parte de un educador experimentado, podemos obtener algunas ideas concretas para trabajar la convivencia escolar en las clases del día a día
Los motivos para analizar este libro
Este libro encaja exactamente en los objetivos que dan sentido a este blog: por un lado, se trata de un libro clásico en el mundo anglosajón, que va por su cuarta edición, pero que no ha sido traducido al castellano. Por otro lado, el autor ha sido profesor en UK, Australia y Nueva Zelanda, y su libro está empapado de sus vivencias y experiencias en cientos de aulas como profesor primero y mentor de profesores después.
Otro motivo es que hemos comentado tres libros que, aunque con ejemplos y estrategias prácticas, debatían cuestiones de fondo pedagógicas y metodológicas. Este libro es mucho más práctico, y se enfoca esencialmente al manejo de los alumnos en el aula. ¿Cómo podemos crear un clima que favorezca el aprendizaje de todos? ¿Cómo sumar a los alumnos y alumnas más disruptivos? De eso trata este libro, de obligada lectura especialmente en situaciones y contextos donde podemos vivir dificultades en este sentido. Esperamos que disfrutéis mucho con él, y como siempre sobre todo, que penséis en lo que hacéis en vuestro día a día.
Los inicios
Bill Rogers comienza su libro exponiendo su experiencia no muy grata como estudiante. Reconoce que esos malos profesores le enseñaron cómo no manejar la disciplina, y cómo no enseñar. Esto le llevó a reflexionar mucho acerca de la responsabilidad de los profesores: ser capaces de abrir o cerrar la mente y el corazón de los niños es una gran responsabilidad, pero merece la pena, y por eso se convirtió en profesor.
La pausa táctica
Por eso, el libro contiene multitud de ejemplos y casos de estudio que ilustran comportamientos distractivos y disruptivos. Están sacados de su experiencia como profesor y la investigación sobre el tema. En muchos de los ejemplos aparecerán estos signos:
“[…] puestos deliberadamente que indican una «pausa táctica». Esta pausa es un comportamiento consciente donde el profesor pausa brevemente su comunicación para enfatizar la necesidad de que los estudiantes presten atención, o permiten al alumno procesar lo que el profesor le acaba de decir. En las aulas las incluiremos frecuentemente para inducir a una «calma expectante» y manejar la atención y la disciplina.”
Por ejemplo: una profesora se encuentra empezando una clase mientras varios alumnos hablan. Escanea el aula con los ojos, sin decir nada. A medida que los rezagados se van sentando, ella dice: «Mirando aquí y escuchando […]». Pausa tácticamente. Bajando la voz repite: «Mirando aquí y escuchando, por favor» […]». Percibiendo la atención y focalización de la clase, dice: «Buenos días a todos…» y empieza su clase. La pausa táctica es un pequeño aspecto, pero importante, del comportamiento general del profesor en el aula.
Casos reales
Como hemos dicho, los casos que apoyan el texto son reales y sacados de aulas reales con estudiantes reales. Leer estos ejemplos nos puede hacer pensar, porque según el autor un profesor nunca debe dejar de reflexionar acerca de su práctica. En inglés esto se llama «reflective teaching» y hay algunos libros interesantes sobre ello que ya comentaremos en el futuro.
Por eso es importante entender que en este libro el autor no pretende sólo responder a por qué debo responder y guiar la disciplina de un modo determinado, sino qué y cómo debo guiar, manejar, corregir, permitir y apoyar en los alumnos.
Condiciones previas
Bill Rogers reconoce que el día a día del aprendizaje normalmente transcurre en un escenario inusual: una habitación pequeña (para lo que tratamos de hacer), a menudo con mobiliario inadecuado, poco espacio para moverse, un tiempo de 50 minutos para cubrir los objetivos del currículum, y 25-30 personalidades únicas y distintas, algunas de las cuales no quieren estar ahí.
La habilidad y motivación para aprender de estos estudiantes en este escenario varía enormemente. No toma mucho tiempo a estos alumnos averiguar cómo son sus profesores y si pueden \»hacerlo funcionar\» en estas condiciones: el tiempo, el espacio, el currículum y las personalidades diferentes. Es comprensible por tanto que haya preocupaciones, inquietudes naturales en el día a día de los profesionales de la educación (los que están en las aulas).
Una última puntualización: nos enseñamos
No es suficiente, defiende el autor, definir el comportamiento distraído o disruptivo de un alumno como algo propio sólo del alumno. Toda transacción disciplinaria es una transacción social. A medida que lees nuestras entradas, te invitamos con el autor a pensar cómo el comportamiento del profesor y el del alumno actúan recíprocamente el uno sobre el otro.
Acabamos con uno de los muchos diálogos que nos encontramos al inicio del libro, y que son oportunidades de reflexionar qué hubiéramos hecho nosotros en esa situación:
Unos alumnos están montando en bici en el patio, lo que está prohibido por el reglamento del centro. Bill Rogers los ha visto y se dirige a ellos:
– Chicos, chicos […] (pausa táctica para comprobar su atención). Ya sé que vais de camino a casa. Sólo una pequeña charla. Adam y Lukas, ¿cuál es la norma del colegio acerca de montar en bici en el patio? (evitando preguntar por qué están montando en bici)
– ¿Qué? (Al principio, Adam no está seguro de lo que pretende).
Yo repito la pregunta: ¿Cuál es la norma del colegio…?
– Otros profesores no nos dicen nada… (ahora sabe lo que pretendo)
– Tal vez no (sonrío, añadiendo una frase de acuerdo parcial, y lo intento de nuevo). ¿Cuál es la norma del colegio…?
Esta vez Adam me mira, con el ceño fruncido, añadiendo: \»Depende de quién está vigilando\»
¿Qué hacemos en clase?
Robertson en 1997 explicó que un comportamiento relajado de los docentes indica inconsciente a todos los presentes en un aula que nadie está amenazado. Por tanto, una actitud de confianza es esencial si queremos ser profesores. Pero puntualiza Bill Rogers: esta confianza no es un sentimiento o un estado emocional, sino que debe ser una seguridad razonable en que sabemos lo que hacemos. Por eso es importante dotarnos de habilidades y estrategias que adoptar en diferentes situaciones. No depende por tanto de la personalidad de cada uno, sino de cómo desarrollemos las habilidades de gestión del grupo. A eso se dedica esta entrada.
Consiguiendo la atención focalizada del grupo
Independientemente del tiempo que empleamos en actividades grupales o manipulativas, siempre necesitaremos emplear alguna señal para conseguir la atención focalizada del grupo. Esto se puede conseguir mediante una serie de técnicas verbales y no verbales:
- Cuando utilizamos estas señales, siempre ayuda usar un tono positivo pero direccional: «Parando todo el mundo, por favor…». Después incluimos un tiempo de pausa, breve, para atender la señal del profesor. «Mirando hacia aquí y escuchando… Gracias.» Usar gracias al final de un imperativo conlleva una cierta expectación. Podemos necesitar repetir esto calmadamente, positivamente, pero expectante.
- Evitaremos el uso de negativos: «No habléis mientras estoy hablando…» o peor, de frases interrogativas: «¿Podéis por favor sentaros?» El cerebro de los niños, especialmente más pequeños, y sobre todo si hay desorden, no entiende si se trata de una pregunta o una afirmación. Tenemos que asegurarnos de que queda claro lo que queremos.
- En algunas etapas es bueno el uso de pistas no verbales como levantar una mano y que todos también levanten su mano. Bill Rogers insiste en que el uso de pistas no verbales no es mágico ni funciona por sí mismo. Es requisito previo tener una cierta autoridad y confianza con la clase, y una postura corporal que indique confianza.
- Para complementar los tres puntos anteriores, es imprescindible escanear los ojos y las caras de los estudiantes mientras hablamos o hacemos el gesto. Ayuda también a dar un feedback de afirmación a los alumnos que rápidamente han atendido a nuestra señal y permite un tiempo a que se calme el ruido residual que puede quedar.
- Puede ser necesario dirigirnos a algunos alumnos en concreto mientras señalizamos la atención grupal. Previamente es bueno reconocer a los alumnos que ya han seguido nuestra señal. «Perdonad un momento, clase». Entonces advertiremos a estos alumnos con una pequeña descripción de lo que están haciendo y un recordatorio de la señal: «Jaime, Cristina, dejad por favor las mochilas en su sitio.» Pausa táctica. «Ahora prestad atención en silencio, gracias.»
Algunos problemas frecuentes
A veces el profesor usa un tono de voz elevado para conseguir la atención de la clase y, cuando sólo la mitad de la clase está escuchando, empieza a hablar al grupo mientras la otra mitad sigue charlando o haciendo ruido. Esto enfatiza que esa charla y ese ruido es admisible mientras el profesor habla. Es muy importante señalizar verbal o no verbalmente, reconocer brevemente a los que han hecho caso a la señal, y esperar a la atención de toda la clase.
El reconocimiento público de los alumnos que prestan atención es muy poderoso, les sonreímos, asentimos con la cabeza y decimos: «Gracias, Juan, Damián, Silvia, Lucía… estáis listos». «Begoña, Carmen, Manuel…gracias». Muchas veces, insiste el autor, es bueno añadir un «gracias» a toda la clase y enfatizar los sentimientos positivos: «Gracias. Parecéis relajados y listos para escuchar. Buenos días a todos».
A medida que escaneamos la clase, nuestra calma permite una calma correspondiente en el grupo. Por calma Bill Rogers no entiende ser frío, distante o sin emoción. La calma tiene más que ver con cómo comunicamos nuestro auto-control bajo momentos de presión.
Como ya hemos insistido varias veces, a ese sentimiento de calma ayuda tener planeadas estrategias y saber lo que razonablemente podemos hacer en casa situación. El autor afirma haber visto a bastantes profesores pedir calma mientras botan en el sitio o se balancean mientras piden atención a la clase, ese movimiento exagerado dispara inconscientemente inquietud en los ojos de los alumnos que involuntariamente siguen al docente en sus balanceos.
Nuestra posición importa
Si el profesor empieza a hablar por encima de un ruido residual significativo, se mueve por toda la clase mientras pide la atención para ella, y un tercio de la clase sigue trabajando en otras cosas, suele suceder que el profesor ha permitido este comportamiento durante sus clases.
Siempre que vayamos a dar instrucciones o recordatorios grupales, es importante esperar completamente a la atención de toda la clase para permitir el foco y procesamiento de lo que vayamos a decir. Y viene muy bien situarse enfrente de la clase para mirarles y consolidar este tipo de interacciones.
Muy bonito todo… pero ¿y si no funciona?
El docente entra en una clase con un numeroso grupo de estudiantes ruidosos e inquietos. Parece que están en su mundo (y probablemente lo estén). El docente pide atención y espera, espera… ¿cuánto debe esperar? ¿qué debe hacer?
Bill Rogers afirma que gritar es contraproducente (aunque tentador), y probablemente lo hayamos hecho alguna vez todos. Temporalmente parará el ruido y la inquietud, pero podría activar a los estudiantes más hostiles. Y, si gritamos al principio de cada clase, entrenamos a nuestros alumnos a acostumbrarse a este tipo de señal como norma para iniciar la clase.
Idealmente, si la clase efectivamente es así, lo que propone Bill Rogers es una aproximación de equipo de profesores. Uno de sus profesores debe ser conocido y respetado por la clase, y debe estar presente en las primeras sesiones con el nuevo tutor o tutora. Esta técnica de «credibilidad por proximidad» tiene que ser verdaderamente planificada en equipo. Se trata de aprovechar el vínculo de otro docente para construir un vínculo similar con el nuevo.
Cuando nos encontramos con una clase de este estilo, el autor defiende abandonar la técnica de llamar la atención enfrente de la clase. Encuentra más útil pasearse por la clase manteniendo conversaciones con individuos, parejas o grupos. Es una especie de mini-acuerdo en su espacio. Puede ayudar a tranquilizar a algunos de los estudiantes. Con este comportamiento, indicamos que no somos una amenaza ni nos sentimos amenazados por su comportamiento, a la vez que iniciamos una relación basada en pequeños encuentros.
Preguntando por las cosas que esperan de esta clase y asegurándoles que nuestro tiempo juntos merecerá la pena, invocando la confianza y el respeto como base de la cooperación.
Si la clase sigue con su comportamiento después de las primeras semanas, es hora de pedir apoyo al equipo de profesores y profesoras del centro:
Puede ayudarte a saber que el problema es más amplio que tus horas de clase con ellos.
Puede ayudar a trabajar con los alumnos que «catalizan», que disparan el mal comportamiento de otros.
Más recomendaciones
Lo importante, insiste Bill Rogers, es que si tenemos problemas comuniquemos a los alumnos y alumnas nuestra creencia de que, como clase, «podemos ser mejores que esto». Esta creencia es percibida por la mayoría de los estudiantes de la clase y puede transformar una dinámica negativa. Algunas estrategias más que nos pueden ayudar en este sentido:
Aprender y usar los nombres de los alumnos
Este puede sonar mundano, pero es crucial desde el primer día. Implica un esfuerzo pero es significativo desde el punto de vista relacional, y es esencial para construir relaciones positivas. En primaria los nombres de los alumnos se pueden escribir en tarjetas colocadas en las mesas desde el primer día.
Bill Rogers explica que, como mentor y tutor en cada nueva clase con la que ha trabajado, pide a algún alumno que le dibuje un plano de la clase con el nombre de cada uno. De esta forma puede usar este \»mapa de nombres\» desde el principio, especialmente mientras realizan alguna actividad. Este mapa se puede usar hasta que hemos memorizado todos los nombres, y viene muy bien si hacemos sustituciones o somos profesores de apoyo sólo en ciertos momentos del curso.
Algunas ideas cuando se trabaja con la clase entera
En las primeras sesiones con un grupo nuevo, el docente necesitará definir, establecer y mantener el criterio de que sólo una persona habla a la vez mientras el grupo hace el esfuerzo por escuchar. El autor enfatiza la importancia de recordar a nuestros estudiantes que si alguien comparte una pregunta o una idea con el profesor, en realidad hace una contribución a la clase entera. Algunos alumnos (y profes) se comportan como si una pregunta al profesor es algo entre ese alumno y el profesor. Podemos decir entonces: «Quiero que recordéis que cuando compartís en una discusión de clase, o cuando preguntáis, esa contribución es para la clase entera, no sólo para mí como profesor».
Si algunos alumnos o alumnas están hablando mientras se pregunta o se discute, es importante «parar» la clase. Señalizar con una mano, escanear visualmente el aula esperando el silencio, y decir: «Algunos de vosotros estáis hablando […]». Una pequeña descripción y una parada táctica. «Tenemos una norma en clase sobre esto. Gracias». Es importante el detalle de «algunos de vosotros» porque no debemos generalizar en toda la clase.
La transición al momento de trabajar una actividad
Cuando el profesor o profesora pasa de hablar a la clase entera y comienza la fase de trabajo en alguna actividad, es natural que el nivel de ruido de la clase aumente. Algunos alumnos que no estaban escuchando ahora necesitan asistencia (¿Qué tenemos que hacer?), otros empezarán a hablar con sus compañeros de trabajo (lo que es natural y aceptable si se hace en el volumen aceptable y hablando sobre la actividad). Lo importante es que la transición entre un momento y otro sea clara y definida, marcando claramente que en este momento esperamos que estén trabajando en esta actividad.
Aquí me permito un inciso que no es del autor. El nivel de ruido aceptable es un tema espinoso en el que existen diversas opiniones. Es un debate necesario en un claustro, y necesario es un mínimo consenso que transmita coherencia a nuestro alumnado. Pero más importante aún es preguntarse si el ruido es originado por hablar de la actividad o de otros temas. Me ha sucedido estar en un aula en la que supuestamente había un cierto nivel de ruido porque se trataba de una actividad grupal, y al acercarme se estaba hablando de todo (futbol, series de televisión, lo que hicieron el fin de semana…). Parece obvio, pero a veces parece que el hecho de que los alumnos hablen ya es señal de que están trabajando la actividad. Por eso Bill Rogers insiste: un nivel de ruido aceptable implica que se habla sobre la actividad. Además, cuanto más clara sea esta actividad mucho mejor. El autor insiste en la importancia de que los estudiantes sean conscientes del tiempo razonable que deben dedicar a cada actividad.
¿Cómo transmitir esto? El autor sugiere dedicar un cierto tiempo a enseñar las diferencias entre los volúmenes de voz para enfatizar la diferencia entre la voz adecuada en una discusión de clase y la voz para hablar al compañero. Una de las claves que Bill Rogers ha descubierto útiles es decir a la clase (mientras trabajan una actividad): \»Tengo que ser capaz de hablar en un volumen normal en un lado de la clase y que me oigan en el extremo opuesto, sin tener que subir significativamente la voz\». Otra propuesta es modelar la voz adecuada pidiendo a un alumno un lápiz en distintos volúmenes de voz para clarificar a todos los alumnos el significado de \»volumen de voz adecuado\».
Por el contrario, si el profesor utiliza siempre un volumen de voz INNECESARIAMENTE ALTO, esto contribuye a elevar el ruido residual de las voces de los alumnos. Otro problema de esto es que cuando necesitamos elevar la voz para enfatizar algo, no es escuchado porque siempre se eleva la voz.
Un ejemplo en educación infantil
La profesora invita a algunos alumnos a jugar «voz al compañero» en una mesa enfrente de toda la clase. Ella se sienta y pide un lápiz de colores modelando el tono de voz adecuado y pregunta a la clase qué han notado. En seguida recibe respuestas como la «voz suave» o la «amabilidad» y la niña que le deja el lápiz explica que también la ha mirado a los ojos al pedírselo. La profesora modela también actitudes como el trabajo en silencio y luego son los propios alumnos los que practican en grupos.
Dar ayuda a los alumnos mientras trabajan una actividad
El momento en el que los alumnos trabajan una actividad no es el momento en el que los docentes podemos sentarnos y revisar el correo, sino el momento para pasear por la clase y dar ayuda (micro-teaching en el original), especialmente a los alumnos y alumnas que más precisan este tipo de asistencia.
La razón principal de sugerir estas estrategias es garantizar una justicia razonable en la distribución de esta ayuda a muchos alumnos en un periodo corto de tiempo. Para ello, el docente debe explicar y discutir con la clase cómo los estudiantes deben solicitar está ayuda, incluso sugiriendo con humor que el profesor o profesora no es un pulpo y no tiene ocho brazos. El autor sugiere que los alumnos chequeen primero si pueden responder a la pregunta: ¿Que me piden que haga? Y luego comprueben con sus compañeros. Recuerda bastante a la estrategia «See three before me» de Dylan Wiliam que comentamos en su libro aquí (ver escritos sobre el libro Integrar la evaluación formativa en la enseñanza -libro disponible en la Editorial Aptus). Al final y como conclusión, el autor nos pide si hay ciertos alumnos que con su insistencia o incluso mala educación pueden monopolizar nuestra ayuda, y entonces debemos revisar nuestra práctica.
El cierre de la sesión
Igual de importante es planificar el cierre de la sesión, especialmente en las primeras semanas con una nueva clase. Es importante acabar con un clima positivo (aunque no haya sido la mejor hora de tu vida) y con calma. También es importante pensar en el siguiente profesor o clase que llega: «Otra clase llega ahora, vamos a hacerles un favor básico, recoged las sillas, papeles a la papelera… Gracias».
Si en los últimos sesenta segundos recordamos algo importante algunos alumnos estarán esperando el timbre y no prestarán atención, por lo que cualquier aviso esencial debe hacerse antes de recoger, no durante mi después.
Un ejemplo en educación primaria
Una profesora con la que trabajó Bill Rogers había inventado pequeñas canciones para apoyar rutinas como ésta: «Vamos a guardar nuestros lápices» y todos cantaban «Vamos a guardar nuestros lápices» mientras guardaban su material. «Vamos a salir en fila»… Y así sucesivamente. Los alumnos adoraban el juego, y con ritmo había conectado con sus niños y niñas.
Volvemos a agradecer la generosidad de Juan Fernández y el gran trabajo de difusión que realiza día a día. Si quieres profundizar en el análisis de este libro que Juan revisa, puedes encontrar más escritos en su blog aquí.
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