Daniel Willingham nos habla sobre la autoregulación escolar estadounidense, y refuta los argumentos de Elizabeth Weil respecto al deterioro de la creatividad en niños y niñas producto de esta autoregulación.
Daniel Willingham es profesor de psicología cognitiva en la Universidad de Virginia y autor de Cognition: The Thinking Animal [Cognición: el animal pensante] y del exitoso libro ¿Por qué a los estudiantes no les gusta la escuela? Su área de investigación se concentra en el rol de la conciencia en el aprendizaje y en la aplicación de la evidencia de las ciencias cognitivas en educación.
El artículo de la portada del último número del 2013 de la revista New Republic discute si acaso los educadores estadounidenses se han enamorado ciegamente del autocontrol. La autora Elizabeth Weil piensa que sí. El artículo titulado “American Schools Are Failing Nonconformist Kids: In Defense of the Wild Child” (“Las escuelas estadounidenses le están fallando a los niños inconformistas: en defensa del niño rebelde”) sugiere que los educadores que insisten en la autorregulación en verdad están tratando de convertir a los niños en pequeños robots sumisos. Y lo hacen porque los pequeños robots son más fáciles de controlar en la sala de clases.
Pero los “profesores flojos” no son la única causa de esto. Según Weil, los diseñadores de políticas públicas en educación también son culpables. La autora escribe que “valorizar la autorregulación desvía el foco de un sistema escolar impersonal, sobrecargado y mal financiado y hace a sus estudiantes responsables de superar estas deficiencias”
Y ¿cuál es la consecuencia del egoísmo de los educadores? Weil cuenta relatos que dan cuenta de lo que denomina como la “la autorregulación se salió de control”: un niño tiene problemas para sentarse con las piernas cruzadas en clases; el profesor opina que debería hacerse exámenes, porque algo debe andar mal con él. Durante la hora de contar cuentos, a la hija de la autora no le gusta quedarse sentada y levantar la mano para hablar; el profesor sugiere que se someta a terapia ocupacional.
Puedo ver por qué Weil y su marido se enfadaron cuando el profesor de su hija sugirió terapia ocupacional simplemente porque el comportamiento de la niña era una inconveniencia para él, pero no considero que eso necesariamente signifique que exista un problema generalizado en la psiquis de los profesores estadounidenses. Yo lo interpreto simplemente como que el profesor de su hija estaba actuando como un tremendo egoísta.
Por supuesto, el problema con los relatos es que existen historias que respaldan casi cualquier cosa. Por cada historia que un apoderado podría contar sobre profesores que diagnostican un comportamiento típico como un problema, un profesor podría contar una historia sobre un niño al que le serviría mucho un poco de ayuda terapéutica y cuyos padres no se dan cuenta de eso.
¿Qué hay de la evidencia, más allá de los relatos?
Weil cita un estudio de Duncan et al (2007) que analizó seis grandes conjuntos de datos y encontró que las habilidades socioemocionales eran malos predictores del éxito posterior.
También señala que la creatividad de los escolares estadounidenses se redujo entre 1984 y 2008 (según la medición del Examen Torrance de pensamiento creativo) e indica “no es casual que esa reducción ocurriera mientras las escuelas se obsesionaban con la autorregulación”.
Aquí hay un problema. Weil usa términos diferentes de forma intercambiable: autorregulación, determinación (grit), habilidades socioemocionales. No son lo mismo. La autorregulación (definida muy simplemente) es la habilidad de contener un impulso cuando piensas que no será beneficioso para otros intereses (el estudio del malvavisco1 sería representativo aquí). La determinación se refiere a la dedicación a una meta a largo plazo, que podría demorar años en alcanzarse, como ganar un concurso de deletreo o aprender a tocar piano hábilmente. Por lo tanto, puedes tener mucha autorregulación, pero no tener mucha determinación. Las habilidades socioemocionales pueden tener a la autorregulación como componente, pero en realidad se refieren a un grupo más amplio de habilidades para interactuar con otros.
Estas no son distinciones académicas triviales. Weil tiene razón en que algunos estudios indican la existencia de un vínculo entre las habilidades socioemocionales y los “resultados deseables”, y que otros no lo hacen. Pero existen muchos estudios que muestran asociaciones entre la autorregulación y efectos positivos en los niños, incluyendo desempeño académico, relaciones con los pares, padres y profesores; y con la prevención de malos resultados en adolescentes (embarazos tempranos no deseados, problemas con las drogas y el alcohol, entre otros). Hice una reseña de esos estudios aquí (en inglés).Existen otros estudios que muestran asociaciones entre la determinación y resultados positivos (por ejemplo, Duckworth et al, 2007).
Por supuesto, esos resultados positivos pueden tener un costo. Puede que obtengamos mejores resultados en los exámenes (y menos problemas de drogas y alcohol), pero que también estemos perdiendo las personalidades de los niños. Aquí Weil apela a la idea común de un “niño rebelde”, es decir, un “diablillo” incontenible que a veces puede ser exasperante, pero cuya falta de autorregulación es la fuente misma de su creatividad y personalidad.
Pero la falta de contención y la exuberancia no están inversamente correlacionadas con la autorregulación de forma perfecta. El propósito de la autorregulación no es perder tu ánimo y entusiasmo. Es reconocer que, a veces, desbordar toda tu energía no es lo mejor para ti. Es adorable cuando tu hija de seis años está en un picnic familiar y practica impulsivamente su pas de chat [paso del gato en ballet] porque no puede resistirse al “llamado de la danza”. Es menos adorable cuando sucede en clases mientras sus compañeros están tratando de escuchar una historia.
Se puede argumentar que la sociedad estadounidense está yendo demasiado lejos en enfatizar la autorregulación. Pero la forma de hacerlo no es sugerir que la consecuencia natural de este énfasis es la destrucción de los espíritus de los niños, entendiendo la autorregulación como falta de ánimo y energía. La forma de argumentar es mostrarnos que estamos excediéndonos en la autorregulación y que los niños se sienten agobiados, ansiosos y preocupados sobre su comportamiento.
Weil no tiene los datos para sustentar este punto. Yo tampoco. Pero mi perspectiva definitivamente difiere de la suya. Cuando visito salas de clases o deambulo por los pasillos de la multitienda Target, no siento que los niños estadounidenses estén sobrecargados por la autorregulación.
Respecto a que al deterioro de la creatividad entre 1984 y 2008 esté vinculado con un foco creciente en la autorregulación… tengo que estar en desacuerdo con la sugerencia de Weil de que no es una coincidencia (dejando de lado la adecuación en la forma de medir la creatividad). Creo que bien podría ser una coincidencia. Vale destacar que los puntajes de matemáticas del examen NAEP (Evaluación nacional de progreso educacional) aumentaron durante el mismo período. En ese caso, ¿por qué no sugerir que el aumento de la comprensión de los niños de una visión rígida y mecánica de las matemáticas inhibió su creatividad?
¿Podemos hablar sobre problemas educacionales importantes sin usar hipérboles?
Este post es posible gracias a la generosidad de Daniel Willingham que nos ha permitido traducir sus interesantes publicaciones. Para acceder al post original en inglés haga clic aquí.
Nota del traductor:
1 El estudio del malvavisco refiere a una serie de experimentos que fueron realizados en la Universidad de Stanford en los años 60-70s por el psicólogo Walter Mischel. En estos experimentos se les presentaba a niños de distintas edades un malvavisco u otro dulce, y se les explicaba que podían hacer dos cosas: la primera era comérselo, o la segunda, esperar a que el adulto volviera y le diera otro (con la condición de no comerse el primero). Los resultados de estos estudios son bastante reconocidos y validados, cimentando así el concepto científico de la autorregulación. Puedes ver un video de un ejemplo de estos experimentos en este video.
Referencias
- Duckworth, A. L., Peterson, C., Matthews, M. D. y Kelly, D. R. (2007). Grit: perseverance and passion for long-term goals.
- Journal of personality and social psychology, 92(6), 1087.
- Duncan, G. J., Dowsett, C. J., Claessens, A., Magnuson, K., Huston, A. C., Klebanov, P., … y Japel, C. (2007).
- School readiness and later achievement. Developmental psychology, 43(6), 1428.