Esta publicación es una traducción de un escrito de la periodista especialista en educación y ciencia de la lectura Natalie Wexler publicado por Forbes.com el 5 de marzo de 2023. Agradecemos su generosidad por permitirnos difundir sus interesantes artículos. Natalie difunde sus conocimientos en su página Minding the Gap.
Los docentes no tienen que elegir entre reforzar los conocimientos de los alumnos o enseñar estrategias de comprensión lectora. La cuestión no es si enseñar o no estrategias, sino cómo hacerlo y cuándo.
“¿Debemos enseñar estrategias de lectura o no?”, preguntaba recientemente un profesor anónimo al investigador en lectura Timothy Shanahan. “Sigo encontrándome con información contradictoria. Algunos autores dicen que la investigación apoya la enseñanza de estrategias y otros dicen que, en su lugar, deberíamos enseñar conocimiento de mundo.”
En una entrada de blog, Shanahan dio una respuesta que ha cosechado muchos elogios en las redes sociales, y con la que estoy en gran medida de acuerdo. Shanahan señaló que estrategias como monitorear la propia comprensión durante la lectura, requiere prestar más atención al significado de un texto, lo que ayuda a adquirir conocimientos a partir de este. También observó que “ninguna de estas estrategias vale la pena a menos que el lector posea suficientes conocimientos específicos del tema para aprovecharlas”.
Así que, según Shanahan, se trata de una relación recíproca: las estrategias requieren ciertos conocimientos para funcionar, y las estrategias también pueden construir y profundizar el conocimiento. “No debería ser una elección entre las dos”, escribió.
Estoy totalmente de acuerdo. Sólo añadiría que no sólo se necesita un conocimiento suficiente del tema específico. Si los lectores carecen de un mínimo de conocimientos académicos generales y de vocabulario, y/o no están familiarizados con la compleja estructura de las oraciones (en inglés) del lenguaje escrito, es probable que las estrategias sigan sin ser de ayuda.
Lo desconcertante de este intercambio es que el profesor que planteó la pregunta -al igual que muchos otros, por lo visto- se había hecho la idea de que hay que elegir entre estrategias y conocimientos. Y aunque no es lo que Shanahan plantea, los comentaristas en su blog y Twitter declaran que quienes defienden la construcción del conocimiento -como yo también lo hago- han estado propagando esta falsa dicotomía. “Es lamentable que algunos famosos expertos en educación pongan en oposición al conocimiento y las estrategias de comprensión”, tuiteó uno de ellos (en inglés).
Como ya he dicho antes (en inglés), no es que haya algo intrínsecamente malo en las estrategias para la comprensión. El problema es que las escuelas estadounidenses se han excedido en su enseñanza, además de una serie de “habilidades” de comprensión sobre las cuales el propio Shanahan ha dicho que hay poca o ninguna evidencia, tales como la estrategia de “encontrar la idea principal”.
La enseñanza de estrategias se ha descarrilado
El enfoque estándar para la enseñanza de la comprensión lectora ha sido centrarse en una “habilidad por semana”, que el profesor primero modela brevemente para los niños, utilizando un texto elegido no por su tema, sino por su utilidad para demostrar la habilidad. A continuación, los alumnos practican la destreza utilizando textos sobre temas aleatorios que han sido categorizados como apropiados para el nivel lector de cada estudiante, textos que pueden estar años por debajo de su nivel de grado. En las escuelas primarias estadounidenses, la media de tiempo diario dedicado a la lectura es de dos horas, y gran parte de ese tiempo se dedica a practicar las estrategias de comprensión.
Este planteamiento ignora la relación recíproca entre conocimientos y estrategias. Aunque los textos sean sencillos, es posible que los alumnos no tengan el conocimiento de mundo necesario para utilizar las estrategias que supuestamente están practicando. Por no mencionar que en un texto demasiado sencillo puede no haber mucho contenido sobre el que, por ejemplo, “hacer inferencias”.
Cuando los estudiantes avanzan a cursos superiores, los textos que deben leer exigen tener conocimientos y vocabulario mucho más complejo. Incluso si los alumnos han practicado durante años una estrategia específica como la de “hacer inferencias”, no les servirá de nada si no han sido capaces de adquirir los conocimientos suficientes que presupone el texto para comprenderlo al menos a un nivel superficial.
Sin embargo, este tipo de enseñanza se prolonga año tras año, repitiendo la misma serie de destrezas y estrategias. Y las escuelas llevan décadas confiando en este enfoque. Durante ese tiempo, los resultados de los exámenes de lectura se han estancado o han disminuido y las brechas entre los alumnos de bajo y alto rendimiento han aumentado cada vez más.
Se podría pensar que esto llevaría a las escuelas a concluir que el enfoque que han utilizado no está funcionando. Pero en lugar de eso, en un esfuerzo por mejorar los resultados, muchos establecimientos han dedicado más tiempo a la práctica de destrezas y estrategias de comprensión. Esto ha supuesto reducir el tiempo de enseñanza de una asignatura ya marginada como las ciencias sociales, que tiene más probabilidades de generar los conocimientos necesarios para lograr una mejor comprensión lectora.
Esta estructura ha dejado a muchos estudiantes -especialmente a los que se encuentran en el extremo inferior del espectro socioeconómico- terriblemente mal preparados para cumplir las expectativas del plan de estudios del nivel secundario.
Utilizar estrategias para construir conocimientos
Este enfoque para enseñar la lectoescritura es contra lo que yo y otros defensores de la importancia de la construcción del conocimiento hemos estado argumentando. Y lo que defendemos es un enfoque enseñanza que utilice habilidades y estrategias al servicio de la construcción y profundización de los conocimientos de los estudiantes, en lugar de enseñar esas habilidades como fines en sí mismos.
Esto significa que, en lugar de elegir libros o textos en función de enseñar “una habilidad por semana” -tales como “comparar y contrastar” o “determinar el propósito del autor”-, los profesores debiesen traer a colación la habilidad o estrategia que sea necesaria para ayudar a los alumnos a reflexionar sobre un tema o texto concreto.
Este es el enfoque adoptado por varios planes de estudios de lectoescritura en base al conocimiento que se han desarrollado en los últimos años. No conozco todos estos programas de primera mano, pero los que conozco piden constantemente a los niños que hagan cosas como inferir o comparar y contrastar, aunque esas actividades no se identifiquen necesariamente como “enseñanza de estrategias”.
Por ejemplo, en el plan de estudios Core Knowledge Language Arts -con el que estoy más familiarizada porque se utilizaba en una clase de segundo grado que seguí durante todo un año escolar- se pedía a los niños que predijeran quién ganaría la Guerra Civil, después de haber estudiado ese tema durante un tiempo. Se les pidió que infirieran si el desenlace de las Guerras Napoleónicas en Europa fue beneficioso o perjudicial para Estados Unidos durante la Guerra de 1812. Se les pidió que compararan la civilización de la Antigua Grecia con otras civilizaciones antiguas que habían estudiado.
La diferencia entre este enfoque y el que suele utilizarse es que estos alumnos de segundo grado realmente tenían los conocimientos que les permitían utilizar estas estrategias. Por ejemplo, el plan de estudios, que estos niños habían recibido desde la guardería, ya había abordado las civilizaciones antiguas de Egipto, Mesopotamia, India y China. Así que cuando el profesor formuló la pregunta que le exigía comparar y contrastar, se levantaron varias manos enérgicas.
Cuando el profesor llamó a un alumno, este contestó que una de las razones por las que la civilización de la Antigua Grecia fue única (utilizó esa palabra) era que “no estaban cerca de un río y no tenían suelos fértiles, por lo que les resultaba difícil cultivar”. Estos alumnos, por cierto, procedían todos de familias con bajos ingresos, y la mayoría -incluido el chico que dio la respuesta- de familias no anglófonas.
Poner el contenido en primer plano
No sé si Shanahan consideraría esto como enseñanza de estrategias, pero no veo por qué no se podría categorizar así. Se trata de poner el contenido en primer plano en lugar de la estrategia, pero hay evidencia científica que indica que este enfoque funciona mejor.
Un estudio comparó una metodología de enseñanza para la comprensión lectora enfocada en el uso de estrategias, en contraste a un enfoque que se limitaba a pedir a los niños que respondieran preguntas sobre el contenido de un texto oralmente. A los alumnos que fueron expuestos a preguntas centradas en los contenidos obtuvieron mejores puntuaciones en la mayoría de las mediciones de comprensión y también mostraron discusiones más enriquecedoras en clase. Una de las investigadoras, Margaret McKeown, sugirió una razón: los niños que recibieron una enseñanza centrada en estrategias tuvieron que pensar primero en cómo se debía utilizar la estrategia, y puede que estuvieran prestando más atención a esto que a lo que decía el texto.
Hay un punto en el que me aparto de las recomendaciones del artículo de Shanahan. “Las estrategias de lectura son algo que los estudiantes probablemente sólo aprendan en una clase de lectura”, escribió. “Como tales, esas estrategias merecen una atención especial en esas lecciones”.
Puede que ahora sea así, pero desde luego no tiene por qué serlo, ni debería serlo, dada la escasez de aprendizaje real que suele darse en la mayoría de las clases enfocadas en la comprensión lectora. Se han presentado resultados demostrando que las estrategias de comprensión pueden enseñarse con éxito, por ejemplo, en una clase de ciencias sociales.
Y el National Reading Panel, del que Shanahan formaba parte, no concluyó que las estrategias solo debieran enseñarse en el contexto de una clase de lectura. Y justamente ese es el contexto en el que se ha realizado la mayor parte de la investigación, pero en este informe, que se publicó hace más de 20 años, el panel señaló que había algunos hallazgos respaldando que la enseñanza de estrategias de comprensión en un contexto de enseñanza de ciencias sociales podría mejorar el rendimiento en lectura. El panel pidió que se siguiera investigando en ese ámbito.
De hecho, estudios recientes han demostrado que combinar la enseñanza de contenidos con la de la lectoescritura -enseñanza que incluye el uso de habilidades y estrategias- puede mejorar la comprensión lectora más que el enfoque estándar.
Basta con solo un poco de enseñanza explícita de estrategias
Shanahan y otros podrían argumentar que es importante enseñar explícitamente a los alumnos estrategias del tipo “hacer predicciones”, en lugar de solo hacer preguntas sobre el contenido que implícitamente les obliguen a hacer lo mismo. También podrían decir que los alumnos necesitan comprender que existe una estrategia específica para poder ser conscientes de que pueden aplicarla en diversas situaciones.
No estoy segura de que haya evidencia que apoye esa afirmación, pero supongamos que tienen razón. No debería llevar mucho tiempo ayudar a los alumnos a entender un concepto como “hacer predicciones” o “resumir”. Los estudios que respaldan este tipo de enseñanza no suelen durar más de seis semanas, y un destacado experto en lectura ha llegado a la conclusión de que los alumnos pueden obtener todos los beneficios posibles de estas intervenciones tras sólo diez sesiones, lo que equivale a dos semanas.
Entonces, ¿por qué hacerles “practicar” estas habilidades y estrategias mes tras mes, año tras año? ¿Por qué no hacer que empiecen a aplicar esas estrategias a contenidos específicos de asignaturas como ciencias sociales, ciencias naturales y literatura lo antes posible, de modo que las utilicen para adquirir, profundizar y retener nuevos conocimientos?
No se trata sólo de que no haya que elegir entre enseñar estrategias y construir conocimientos. Más importante aún, es imposible ayudar a los alumnos a adquirir conocimientos sin acudir a ciertas estrategias, aunque no se identifiquen por su nombre. Pero si las escuelas siguen poniendo las estrategias en el primer plano de la enseñanza y confinan esa instrucción a una clase de lectura que carece de un contenido específico, seguirán privando a los estudiantes de aquello que posibilita que cualquier habilidad o estrategia funcione: el conocimiento.
Esta publicación apareció originalmente en Forbes.com y puedes encontrarla aquí.
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